Un amor de toda la vida

Te amo desde los cuatro... años, puntos cardinales, da igual, tu escoge...

Ese olor a smog, las cornetas y alarmas sonando a lo más que dan, a lo lejos el sonido de una sirena, esa ciudad que vive en mi corazón.
El stress de su gente, los atascos y colas, el abarrotamiento del transporte público en las horas pico, la belleza de sus calles sucias...
Su equipo de béisbol, sus universidades y sus ciudades particulares e internas, facultades, plazas y avenidas...

Lo sobrada de su gente, sus techos rojos, las luces de sus barrios a lo lejos, la vida nocturna de Las Mercedes, o el ajetreo de Chacao... 
Sabana Grande con sus peligros y su belleza, Prados de María que siempre me recibía, los cafés en cualquier panadería, los supermercados 24 horas...
Esas calles que una vez caminé tomada de la mano de alguien que ahora es un recuerdo borroso; mis amigos, siempre reclamándome la ausencia; las cervezas más caras que me he tomado, pero las más felices y productivas.
Maiquetía y sus vacíos, pero alegres recibimientos, la Guaira y sus playas de aguas frías, Los Caracas y su lejanía...
Las cachapas de desayuno y chichas en cualquier calle... 

Plaza Venezuela, su taza de Nescafé y ese reloj que, desde donde mire, me dará la hora.
Mi querido bello monte y su constante flujo de gente...
El centro y su historia, las torres de parque central, sus museos, el Ávila, el olor que toma de noche, que es diferente al del día...
¿Hay algo que no ame con respecto a tus esquinas, tus vías, tus puentes, tu centro y alrededores?
No, no hay nada comparado a este sentimiento...
En fin... De ese valle de altos edificios y de gente apresurada, ese del que amo todo, pero en el que no puedo estar... Aún.